domingo, 24 de abril de 2011

Jordania y Jerusalem - Domingo de crisis, 1


15-8-2010 / Domingo

Actualmente, Amman es una ciudad de más de dos millones de habitantes que se extiende en 20 colinas. A pesar de tener fama de ciudad moderna, sus edificios son bajos, sin rascacielos, y apenas hay construcciones islámicas llamativas.

Sobre sus orígenes, hay hallazgos neolíticos que la remontan al 8500 a. C., pero los primeros habitantes se asentaron alrededor del año 1800 a. C. La huella romana, para quienes la ciudad se llamó Filadelfia, es más que notable. Destacan la Ciudadela, en lo alto de una cima, que ofrece unas impresionantes vistas del centro, y un imponente teatro en un estado de conservación impecable.

El Hotel Farah se encuentra justo debajo de esa ciudadela romana y a no más de un kilómetro del teatro romano, pero la empinada cuesta que me encuentro y el misterioso trazado de la ciudad me llevan sin pérdida al corazón del centro de Amman: la mezquita Al-Husseini, a menos de 300 metros.

El trazado del centro de Amman es un misterio. No existen las calles rectas, los desniveles aparecen por doquier, una perpendicular te puede llevar a un callejón sin salida, y tratar de ir a una calle que tu intuyes paralela te atrapa en un laberinto. Tienes la sensación de que la ciudad está bromeando con tu sentido de la orientación. Pero no hay que molestarse, es así. La ventaja es que es casi imposible alejarse del centro, y se llega de manera intuitiva a los puntos de interés. Digamos que estoy en pleno centro, pero la travesía será con obstáculos.

Bajo unas pequeñas cuestas, cruzo una calle arrimada a una mujer (porque es la única manera) y me encuentro con una calle principal, llena de comercios y gente y la plaza de la mezquita Husseini en frente. Las plazas se asientan de forma natural en rotondas, así es que están rodeadas de tráfico, pero la mezquita es un atractivo foco de paz y tranquilidad.

En el trayecto del Farah al corazón del centro he entrado en un banco árabe que ofrecía un buen cambio de moneda. El cajero estaba muy serio. Veré que esta es la cara de muchos musulmanes durante el Ramadán. Desde que sale el sol hasta que anochece no ingieren ni alimento ni bebida y muchos adoptan, además, una actitud de fe y reflexión. Es una pena que no recuerde más de este banco, porque conseguí el mejor cambio de todo el viaje. Pero a mí también me estaba afectando no haber dormido.

Tanto es así, que al llegar a la calle que confluye en la mezquita padezco una suerte de shock de iniciación en país árabe. La calle está llena de comercios, con el género multicolor que se extiende hasta las aceras, hay muchísima gente caminando, el tráfico de coches, táxis y autobuses es intenso, y a las doce en punto atrona en los altavoces la voz del muecín, por encima de los tubos de escape, los frenazos y los cláxones.

No sé qué dice, claro, pero por el tono alto, vibrante, intenso y el discurso grave y sin pausas me parece más una arenga que una llamada a oración. Alguien me explicará después, que en este comienzo de Ramadán, y justo este domingo a mediodía, es un momento especial de la celebración, de ahí el tono. A mí se me ponen los pelos de punta, y no precisamente de gozo, pero camino lo más tranquila que puedo. Un joven jordano bromea conmigo y trata de quitarme la guía. En situaciones normales, hubiera captado la broma, pero en ese momento no estoy en una situación normal y le respondo con una cara de enfado, estupor y susto que me sale del alma.

En un ataque de cobardía y prudencia cruzo hacia la plaza de la mezquita y, por fin, respiro tranquila. Hasta me parece que se oye menos al muecín, aunque imagino que llamará a oración desde aquí.

1 comentario:

  1. cienes y cienes de veces te diré que tienes una forma de contar as cosas que traspasa........

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